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mirábamos moverse lo cables
y sabíamos que se aproximaba
lento, como en una ceremonia
de parsimoniosa formalidad
aparecían primero las lanzas del trolebús
pendulando en la distancia
luego, la figura tosca del mastodonte ruso
abriéndose paso entre el bullicio de la calle
en el empedrado resbaladizo
la humedad de la lluvia reciente
reflejaba todas las luces
de las siete de la tarde en invierno
el viaje era largo, apretado, entre sacudones
aparecía algún cómic, se dormitaba a tramos
misteriosamente las mismas caras
desaparecían en las mismas paradas
al finalizar la vuelta giraba en U
y todo el hierro se quejaba del esfuerzo
no más de cinco llegábamos al final
nos dispersábamos lentamente
en la noche fría, a mi me esperaba
una calle de tierra mal iluminada
dos cuadras y media, un portón de alambre
un pasillo largo sin puertas
el olor a comida y la televisión encendida
un barrio de muchas maneras lejano.
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