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En aquel rincón sepia
el banquito bajo la ventana
con la luz apenas tenue
de la mañana entrando a rayos
y el polvo de madera suspendido
como diminutas partículas
resistiendo la gravedad
en un claroscuro danzante.
El taller ensordecido, ya quieto
aún respira.
Así imagino su ausencia.
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